jueves, 22 de enero de 2009

Oro, incienso y ¿copal?

Según la biblia por estas fechas tres reyes magos provenientes del lejano oriente iban en la búsqueda del recién nacido rey de los judíos y cuando encontraron al niño Jesús le ofrecieron “oro, incienso y mirra”. Es muy probable que todos recordemos esto por las historias de la infancia. Sin embargo, pocos nos hemos detenido a pensar en estos regalos. Salvo por el oro que es el único de ellos que ha mantenido su valor comercial hasta hoy, pensar en el incienso y la mirra que son resinas vegetales, como un regalo valioso es difícil de concebir. Pero al contextualizar la situación reinante hace más de 2,000 años encontraremos la respuesta. Justo en aquel entonces el comercio de mirra e inciensos era la principal fuente de ingresos de los países árabes, éste comercio perduró por más de 1,000 años gracias a una importante ruta que llevaba estos productos a Grecia y a Roma.

En diferentes tradiciones antiguas y recientes las resinas vegetales con propiedades aromáticas se han utilizado con fines rituales y religiosos, así como en la elaboración de perfumes y remedios acompañando a diferentes culturas en el norte de África, toda la Península Arábiga y la India. En el centro y sur de México y gran parte de Centroamérica este lugar lo ocupan los copales.

Información del Programa de Recursos Biológicos Colectivos de la CONABIO (Comisión nacional para el uso y conocimiento de la biodiversidad) señala que en el mundo se conocen 12,000 especies productoras de resinas aromáticas pertenecientes a diferentes familias de plantas. De ellas 500 especies son coníferas, del resto destacan el orden de las Sapindales. Este grupo de plantas presentan canales especiales para las resinas entre ellas se encuentran los géneros sagrados de la mirra, el incienso y el copal. El término copal proviene del náhuatl “copalli” que significa “que huele”. En el país este término se utiliza para las diferentes resinas que producen una variedad como el ocote, el liquidambar y el copal pom de los mayas (Protium copal). Sin embargo, la principal resina utilizada como copal se obtiene de árboles o arbustos llamados comúnmente “copales” que han sido clasificados por los botánicos dentro de la familia Burseraceae. Los copales son árboles típicos de las Selvas bajas caducifolias, como las que se presentan en Tierra Caliente en Michoacán y a todo lo largo de la costa de Jalisco. En México existen más de 100 especies diferentes del género Bursera siendo los estados con mayor diversidad de especies Guerrero, Oaxaca y Michoacán. El copal recibe diferentes nombres según la especie y la región a veces se le llama copal virgen, copal santo, tecomaca, entre otros.

Según relatos españoles de la conquista, el copal era considerado por los antiguos mexicanos como un dios con poderes mágicos y religiosos que lo convertían en un protector. Lo llamaban “iztacteo” que significa “dioses blancos” por el humo que produce cuando se quema en las brasas. Existen relatos prehispánicos que señalan que la gente usaba el copal con mucha frecuencia para limpiar la casa al menos dos veces al día una por la mañana y otra por la noche. También se utilizaba para ofrendar a los dioses, limpiar templos, durante los funerales y en las ceremonias para pedir por las cosechas. Casi no había ceremonia importante que no estuviese acompañada por el copal. En muchos códices se pueden observar dioses o sacerdotes ofrendando copal. Además de usarse como incienso se han encontrado ofrendas que tienen copal en forma de tortillas tamales o granos de maíz así como esculturas elaboradas con resina de copal. Por ello, algunos investigadores de culturas antiguas indican que el copal tanto en la cultura maya como azteca fue considerado como alimento para los dioses.

Se ha descubierto que el copal también era utilizado como pegamento para hacer incrustaciones en las máscaras y unir los mosaicos de piedra, concha y otros materiales. Mezclado con pigmentos el copal también se usaba para elaborar las pinturas con las que se decoraban los murales. Actualmente también se utiliza como pegamento en el armado de algunos instrumentos musicales de madera.

Hasta la fecha el copal también tiene usos medicinales, al ser consideradas de naturaleza caliente, la resina o las hojas al ser frotadas o aspiradas como infusión, ayudan a aliviar enfermedades respiratorias y enfriamientos. Utilizando la resina o las hojas en las sienes se remedian dolores de cabeza, además sirven como tratamiento para picaduras de alacrán y hongos en la piel.

El copal es entonces un reconocido recurso biológico colectivo de los mexicanos, que hasta la fecha ha mantenido gran parte de los usos que les dieron nuestros antepasados. Además de sus propiedades rituales, se han reconocido sus propiedades adhesivas, analgésicas, expectorantes, antiespasmódicas y desinfectantes. Sin embargo hacen falta todavía muchos estudios que reconozcan a fondo la composición química de cada resina, ya que se ha observado que cada especie posee un aroma característico. Los aceites y resinas de copal son utilizados en aromaterapia. Estos usos se deben a que el aroma que desprende el copal provoca respuestas fisiológicas asociadas a estímulos emocionales y el estado de ánimo. En la actualidad además del uso tradicional quemando la resina sobre las brasas en el copalero o sahumerio, muchas personas en las ciudades pueden comprar las varitas de copal que se venden como incienso y se pueden conseguir de manera sencilla.

Sin embargo, el uso intensivo del copal sin planificación ha disminuido el tamaño de las poblaciones de ciertos copales, sobretodo en el estado de Oaxaca. Todavía hay mucho por conocer de los copales que viven en el Estado de Michoacán. Es importante realizar un manejo adecuado de los copales y su ambiente, extrayendo una cantidad moderada de la resina que permita al árbol recuperarse. Además es necesario incrementar el conocimiento biológico y ecológico sobre las especies que son aprovechadas, así como una organización comunitaria y planeación para su manejo. Son muchas las posibles aplicaciones para innovar como productos medicinales, repelentes de insectos, pegamentos, inciensos y perfumes. Aunque a más de 2,000 años de distancia es difícil concebir a una resina aromática como un objeto de gran valor, ojala seamos capaces de valorar nuestros recursos que quizá hoy tengan un poco valor monetario pero un gran valor cultural y potencial.

Leonor Solis
Centro de Investigaciones en Ecosistemas
Publicado en La Jornada Michoacán el 4 de enero del 2009

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