martes, 3 de febrero de 2009

De magueyes y mezcales

Sin duda la bebida alcohólica mexicana más reconocida a nivel internacional es el tequila, pero pocos saben que el tequila es un tipo de mezcal cuya denominación se debe a su origen en el pueblo de Tequila, Jalisco. Le sigue en fama el “mezcal de Oaxaca”, estado que en realidad produce distintos tipos de mezcales. El mezcal de Tequila y algunos otros mezcales se producen a escala industrial, pero en numerosas comunidades rurales del país se producen mezcales de forma artesanal a pequeña escala, utilizando diferentes especies de maguey para elaborarlos. Y bajo esta forma de producción encontramos la mayor diversidad de tipos de mezcal que se producen en el país. Esta bebida ha sido tradicional en las comunidades rurales desde hace ya varios siglos, pero en los últimos años ha venido adquiriendo relevancia en los centros urbanos. Día con día es cada vez más común encontrar en bares y restaurantes mezcales y consumidores tanto nacionales como internacionales que van refinando su paladar para seleccionar los mejores de ellos. Y por ello, hablar ahora de la variedad de mezcales tiene alta importancia.

Las plantas con las que se producen los mezcales son los magueyes, los cuales han sido el motivo de investigaciones científicas a nivel nacional. En esta ocasión comentaremos un importante libro sobre agaves que se presentó a finales del año pasado “En lo ancestral hay futuro: Del tequila, los mezcales y otros agaves”, editado por Patricia Colunga, Alfonso Larqué, Luis Eguiarte y Daniel Zizumbo, investigadores del Centro de Investigación Científica de Yucatán y el Instituto de Ecología de la UNAM.

Este libro reúne trabajos de los principales especialistas mexicanos en el estudio de la historia natural y cultural de los agaves o magueyes. Incluye información sobre el origen y evolución de estas plantas, su papel en la cultura mexicana, los procesos de producción y los problemas legales y económicos alrededor de la comercialización de mezcales. Nos ofrece un panorama sobre el estado de conocimiento de los magueyes, así como el de su aprovechamiento actual y las perspectivas para su uso y conservación.

Los autores calculan con base en estudios de genética molecular que los agaves se originaron hace alrededor de 10 millones de años y que presentan una alta tasa de generación de nuevas especies, de las más altas que se han documentado en plantas con flores. En el territorio nacional se encuentran 150 de un total de 200 especies de agave que existen en el mundo, por lo que México es el principal centro de diversidad de este grupo de plantas.

Su presencia en las culturas indígenas mexicanas es muy antigua. Los arqueólogos han encontrado restos de agaves, con signos de haber sido utilizados por seres humanos, con cerca de 12,000 años de antigüedad. Los magueyes se encontraban entre los principales recursos aprovechados por los primeros pobladores del Continente Americano. Hoy en día cerca de 80 especies son aprovechadas como alimento, fibra, cercas vivas, ceremoniales, estimulantes y otros múltiples usos principalmente por los pueblos campesinos del país, y algunos como el henequén, los tequilas y mezcales tienen impactos en las urbes nacionales e internacionales. Los agaves son elementos contundentes de los paisajes mexicanos y plantas emblemáticas de la cultura nacional.

Un tema central del libro es el del aprovechamiento de los agaves en la elaboración de mezcal. El término mezcal es de origen náhuatl (metl=maguey y probablemente izcali= “que reanima” o izcoa= “que se calienta al fuego”) y hace referencia al material comestible, cocido en hornos subterráneos, altamente rico en azúcares que se ha consumido en México desde la prehistoria. El uso de este material para elaborar fermentos y destilar alcohol se inició con la introducción de la técnica de destilación posterior a la conquista española. Se ha registrado el uso de 42 especies de agave para la elaboración de mezcales. El tequila es tan sólo uno de ellos, elaborado con la especie Agave tequilana variedad azul, pero en realidad existe una enorme diversidad de mezcales. En Michoacán al igual que en Guerrero los más comunes provienen de Agave cupreata, “maguey papalote” o “maguey de hoja ancha”

En algunos capítulos del libro se analizan problemas actuales asociados a la legislación y al mercado que limitan la potencialidad de la industria mezcalera. Uno de ellos se debe a que la denominación de origen que protege los derechos de propiedad intelectual únicamente reconoce como mezcales a 5 de las 42 especies que se usan con tal fin, así como a 7 de 26 estados de la República Mexicana que son productores.

Finalmente, los autores analizan diversas estrategias para asegurar el manejo sustentable de los agaves como recurso. Entre los principales problemas a atender identifican la baja diversidad genética existente en los cultivos comerciales como el tequila, la destrucción de crecientes extensiones de vegetación natural para sustituirlas por este cultivo, así como la afectación de los bosques debido a la extracción de los agaves silvestres. Proponen que una integración de estrategias tecnológicas surgidas de la ecología y la biotecnología podrían contribuir sustancialmente a atender estos problemas. Estamos seguros que tanto a productores de tequila y mezcal en Jalisco y Michoacán, y a todos aquellos que disfruten de tan exquisitas bebidas este libro es tan recomendable como un buen mezcal.

Alejandro Casas y Leonor Solís
Centro de Investigaciones en Ecosistemas
Publicado en la Jornada Michoacán 2 de Febrero del 2009

jueves, 22 de enero de 2009

El delito de la rosca de reyes

En estos días todos seremos cómplices de un delito del cual somos ignorantes, todos implicados niñ@s, jóvenes, adult@s, ancian@s. Estoy segura que hoy o mañana estarás frente a una rosca de reyes. Sin sospechar que cada rosca del país guarda un delito secreto.

Seguramente te estarás preguntando ¿Qué tiene de malo comer rosca de reyes? La historia es la siguiente. El origen de la rosca se remonta a los tiempos romanos, proviene de las fiestas denominadas “saturnales romanas”. En estas fiestas se preparaban tortas o pasteles hechos con higos, dátiles y miel. Los romanos escondían un haba y quién encontraba el haba invitaba al convite a los demás. La tradición fue combinada con la tradición cristiana y fue importada a Francia y a España, allí adquirió la forma de rosca imitando una corona real, con frutas escarchadas que asemejan las joyas de la corona. En la rosca se esconde un niño que representa al niño Jesús quien tuvo que ser ocultado por estas fechas para evitar que lo mataran. México heredó esta tradición en el siglo XVI durante la conquista española y al igual que con el haba de las fiestas romanas, quien encuentra al niño en el caso de México tiene que invitar los tamales el 2 de febrero, día de la candelaria. Hasta aquí encontramos que la tradición no tiene nada de malo.

México ha sido reconocido internacionalmente por su rica cultura culinaria, producto de la combinación recetas e ingredientes tanto españoles como de los indígenas mexicanos provenientes de nuestra rica diversidad biológica y cultural. La rosca de reyes no es una excepción. Hoy te invito a que te fijes más en esas frutas cristalizadas que asemejan ser joyas de la corona, efectivamente encontrarás higos o dátiles (provenientes de la receta romana), pero también unas rebanadas verdes, rojas o amarillas, que son el tradicional dulce mexicano conocido como “acitrón”, que se origina en los desiertos mexicanos, este ingrediente es el motivo de este artículo.

El “acitrón”, proviene de una cactácea globosa llamada “biznaga” (Equinocactus platyacanthus), la biznaga es una especie endémica de México, es decir, que sólo habita en nuestro país y en ningún otro lugar del mundo. Se distribuye en el centro y norte del país. Su principal uso es la elaboración del dulce cristalizado denominado “acitrón”, sin embargo, también es utilizada como forraje y como planta ornamental.

Las biznagas han sido un importante recurso vegetal desde tiempos prehispánicos. Se han encontrado sus restos en excavaciones que datan de 6,500 años A.C. en cuevas de Tehuacán, Puebla. Los aztecas nombraban a esta planta “teocomitl” o “huitznáhuac”: La palabra “comitl” significa olla y “teo” significa divino. El “teocomitl” fue utilizado como altar para sacrificios humanos. La palabra “huitznáhuac” usada para describir a esta planta proviene de “huitzi” espina y “náhuac” , es decir, “rodeado de espinas”. En el S. XVI la palabra huitznáhuac fue escrita por los españoles como vitzinahuac, de la que viene el nombre castellano visnaga o biznaga.

Desde la colonia y hasta la fecha el acitrón es preparado en forma artesanal de la pulpa o tallo de la biznaga. Este dulce es comercializado en ferias y mercados de todo México. Además es ingrediente de importantes platillos mexicanos reconocidos internacionalmente. Se utiliza en la preparación del tamal de dulce, la rosca de reyes y los chiles en nogada. Dado que la extracción de la pulpa para la preparación del acitrón mata a la planta, las poblaciones de biznaga han disminuido considerablemente. La especie está considerada en peligro. En la Norma Oficial Mexicana aparece como una especie con protección especial ya que aunque presenta una amplia distribución en el centro y norte de México, sus poblaciones son bajas debido al impacto de las actividades humanas.

El trabajo doctorado de Cecilia Leonor Jiménez Sierra de la Facultad de Ciencias de la UNAM, señala que no es fácil colectar información acerca de la comercialización de la biznaga dado que es una actividad ilegal. Señala que entre 800 y 1,000 kg de acitrón son vendidos por día en la Central de Abastos de la Ciudad de México. La demanda se incrementa de octubre a febrero cuando se preparan las recetas que incluyen acitrón.
El acitrón está disponible en casi todos los mercados de México. Sobretodo en los de San Luis Potosí, Querétaro, Hidalgo, Puebla y Oaxaca. Dada la singular naturaleza del negocio es difícil obtener información sobre la adquisición de la pulpa. Se sabe que la pulpa llega al D.F. proveniente de los estados de Hidalgo, Querétaro, Aguascalientes, San Luis Potosí y Zacatecas. Para evitar problemas relacionados con la extracción de la biznaga, sólo la pulpa es transportada en camiones a la Ciudad de México.
Una vez que llega el cargamento, el acitrón se prepara por un pequeño grupo de productores que están relacionados con los principales distribuidores. Así, aunque la extracción de la biznaga es ilegal, el tradicional “acitrón” se sigue comiendo en todo México.

Según el trabajo de Cecilia L. Jiménez, las poblaciones de biznaga han sido seriamente afectadas en toda la zona central de México. Ella encontró una baja variabilidad genética en las poblaciones. Además su estudio sobre la dinámica de las poblaciones que sirven para encontrar los estadios o fases de la planta que son importantes para su supervivencia, indican que la permanencia de los adultos de biznagas (que son los extraídos) son de especial importancia para la conservación de la especie. Sino se toman medidas urgentes, este importante recurso desaparecerá.

Como mencioné al inicio de este artículo todos somos cómplices del delito, pero como con otras muchas cosas que consumimos no lo sabemos. Espero que tras leer este artículo corras la voz, no hay otra manera, que se enteren tus familiares y amigos. Que la ignorancia no sea un pretexto, todos podemos hacer algo, sobretodo los consumidores que somos la punta del iceberg de muchas cadenas de comercio que están destruyendo nuestro planeta. Estoy segura que podemos lograr modificar esta tradición de manera tal que sobreviva, pero también sobrevivan nuestras biznagas. El acitrón en la rosca de reyes se colocó tradicionalmente para asemejar una joya. Ojala hoy podamos mirarlo como una joya, una joya de nuestros desiertos, que sólo existe en México y puede desaparecer.

Leonor Solis R.
Centro de Investigaciones en Ecosistemas, UNAM, Campus Morelia
Publicado el 5 de enero del 2009
La Jornada Michoacán

Oro, incienso y ¿copal?

Según la biblia por estas fechas tres reyes magos provenientes del lejano oriente iban en la búsqueda del recién nacido rey de los judíos y cuando encontraron al niño Jesús le ofrecieron “oro, incienso y mirra”. Es muy probable que todos recordemos esto por las historias de la infancia. Sin embargo, pocos nos hemos detenido a pensar en estos regalos. Salvo por el oro que es el único de ellos que ha mantenido su valor comercial hasta hoy, pensar en el incienso y la mirra que son resinas vegetales, como un regalo valioso es difícil de concebir. Pero al contextualizar la situación reinante hace más de 2,000 años encontraremos la respuesta. Justo en aquel entonces el comercio de mirra e inciensos era la principal fuente de ingresos de los países árabes, éste comercio perduró por más de 1,000 años gracias a una importante ruta que llevaba estos productos a Grecia y a Roma.

En diferentes tradiciones antiguas y recientes las resinas vegetales con propiedades aromáticas se han utilizado con fines rituales y religiosos, así como en la elaboración de perfumes y remedios acompañando a diferentes culturas en el norte de África, toda la Península Arábiga y la India. En el centro y sur de México y gran parte de Centroamérica este lugar lo ocupan los copales.

Información del Programa de Recursos Biológicos Colectivos de la CONABIO (Comisión nacional para el uso y conocimiento de la biodiversidad) señala que en el mundo se conocen 12,000 especies productoras de resinas aromáticas pertenecientes a diferentes familias de plantas. De ellas 500 especies son coníferas, del resto destacan el orden de las Sapindales. Este grupo de plantas presentan canales especiales para las resinas entre ellas se encuentran los géneros sagrados de la mirra, el incienso y el copal. El término copal proviene del náhuatl “copalli” que significa “que huele”. En el país este término se utiliza para las diferentes resinas que producen una variedad como el ocote, el liquidambar y el copal pom de los mayas (Protium copal). Sin embargo, la principal resina utilizada como copal se obtiene de árboles o arbustos llamados comúnmente “copales” que han sido clasificados por los botánicos dentro de la familia Burseraceae. Los copales son árboles típicos de las Selvas bajas caducifolias, como las que se presentan en Tierra Caliente en Michoacán y a todo lo largo de la costa de Jalisco. En México existen más de 100 especies diferentes del género Bursera siendo los estados con mayor diversidad de especies Guerrero, Oaxaca y Michoacán. El copal recibe diferentes nombres según la especie y la región a veces se le llama copal virgen, copal santo, tecomaca, entre otros.

Según relatos españoles de la conquista, el copal era considerado por los antiguos mexicanos como un dios con poderes mágicos y religiosos que lo convertían en un protector. Lo llamaban “iztacteo” que significa “dioses blancos” por el humo que produce cuando se quema en las brasas. Existen relatos prehispánicos que señalan que la gente usaba el copal con mucha frecuencia para limpiar la casa al menos dos veces al día una por la mañana y otra por la noche. También se utilizaba para ofrendar a los dioses, limpiar templos, durante los funerales y en las ceremonias para pedir por las cosechas. Casi no había ceremonia importante que no estuviese acompañada por el copal. En muchos códices se pueden observar dioses o sacerdotes ofrendando copal. Además de usarse como incienso se han encontrado ofrendas que tienen copal en forma de tortillas tamales o granos de maíz así como esculturas elaboradas con resina de copal. Por ello, algunos investigadores de culturas antiguas indican que el copal tanto en la cultura maya como azteca fue considerado como alimento para los dioses.

Se ha descubierto que el copal también era utilizado como pegamento para hacer incrustaciones en las máscaras y unir los mosaicos de piedra, concha y otros materiales. Mezclado con pigmentos el copal también se usaba para elaborar las pinturas con las que se decoraban los murales. Actualmente también se utiliza como pegamento en el armado de algunos instrumentos musicales de madera.

Hasta la fecha el copal también tiene usos medicinales, al ser consideradas de naturaleza caliente, la resina o las hojas al ser frotadas o aspiradas como infusión, ayudan a aliviar enfermedades respiratorias y enfriamientos. Utilizando la resina o las hojas en las sienes se remedian dolores de cabeza, además sirven como tratamiento para picaduras de alacrán y hongos en la piel.

El copal es entonces un reconocido recurso biológico colectivo de los mexicanos, que hasta la fecha ha mantenido gran parte de los usos que les dieron nuestros antepasados. Además de sus propiedades rituales, se han reconocido sus propiedades adhesivas, analgésicas, expectorantes, antiespasmódicas y desinfectantes. Sin embargo hacen falta todavía muchos estudios que reconozcan a fondo la composición química de cada resina, ya que se ha observado que cada especie posee un aroma característico. Los aceites y resinas de copal son utilizados en aromaterapia. Estos usos se deben a que el aroma que desprende el copal provoca respuestas fisiológicas asociadas a estímulos emocionales y el estado de ánimo. En la actualidad además del uso tradicional quemando la resina sobre las brasas en el copalero o sahumerio, muchas personas en las ciudades pueden comprar las varitas de copal que se venden como incienso y se pueden conseguir de manera sencilla.

Sin embargo, el uso intensivo del copal sin planificación ha disminuido el tamaño de las poblaciones de ciertos copales, sobretodo en el estado de Oaxaca. Todavía hay mucho por conocer de los copales que viven en el Estado de Michoacán. Es importante realizar un manejo adecuado de los copales y su ambiente, extrayendo una cantidad moderada de la resina que permita al árbol recuperarse. Además es necesario incrementar el conocimiento biológico y ecológico sobre las especies que son aprovechadas, así como una organización comunitaria y planeación para su manejo. Son muchas las posibles aplicaciones para innovar como productos medicinales, repelentes de insectos, pegamentos, inciensos y perfumes. Aunque a más de 2,000 años de distancia es difícil concebir a una resina aromática como un objeto de gran valor, ojala seamos capaces de valorar nuestros recursos que quizá hoy tengan un poco valor monetario pero un gran valor cultural y potencial.

Leonor Solis
Centro de Investigaciones en Ecosistemas
Publicado en La Jornada Michoacán el 4 de enero del 2009

Algodón Orgánico y Eco-Moda

El algodón es el principal componente de la mayoría de nuestras prendas de ropa. Es la fuente de ingresos de 125 millones de personas pero también concentra el 23% de los pesticidas utilizados en todo el mundo.

Los trabajadores de cadenas multinacionales cobran salarios mínimos con horarios abusivos y sufren problemas de salud por los componentes químicos utilizados. Se sabe que en la India más de 400,000 niñas y niños trabajan en las plantaciones algodoneras en condiciones infrahumanas.

Si bien no hacen falta muchas pruebas para concordar que la economía de mercado no le está haciendo bien al mundo entero y nos esta llevando a graves crisis, estos intereses económicos que sólo buscan el crecimiento han fomentado el monocultivo y el cultivo transgénico del algodón con todo el perjuicio que esto supone al medio ambiente y a la biodiversidad. Además el exceso de producción de algodón junto con las poíticas comerciales de Estados Unidos y la Unión Europea presiona a los países del sur, para poder mantener la competitividad.

En contraparte a este triste escenario el informe Cultivo y Fibra de Algodón Orgánico 2008 presentado recientemente indicó que la producción de algodón orgánico aumentó a 145,872 toneladas que se han cultivado en 161,000 hectáreas en 22 países del mundo. Aproximadamente el 60% del total representa la expansión de proyectos conocidos mientras que el restante 40% representa datos de nuevos proyectos que están siendo certificados, o proyectos anteriormente desconocidos. La producción orgánica se basa en un sistema de agricultura que mantiene y repone la fertilidad del suelo sin usar pesticidas ni fertilizantes tóxicos y persistentes, ni semillas modificadas genéticamente.




India, Siria, Turquía, China, Tanzania, Estados Unidos, Uganda, Perú, Egipto y Burkina Faso fueron los diez países principales en la producción de algodón orgánico, clasificados en orden, con la India adelantando a Turquía, país que se había mantenido durante largo tiempo como el productor número uno. La mayoría del aumento de la producción de algodón orgánico tuvo lugar en la India. La producción de algodón orgánico ha crecido hasta una estimación del 0.55% de la producción global de algodón.


Algunos diseñadores están además incursionando con telas creadas a partir de la soya, el maíz, el bambú, la seda y el algodón orgánico. La “ecomoda” es más cara, pero como ha sucedido con la comida orgánica que tiene cada día más adeptos, pues la gente está más preocupada por adquirir comida sana y “segura”, quizá poco a poco también los consumidores elijamos prendas de ropa orgánica, es nuestra forma de presionar al mercado, una acción que está en nuestras manos.


Leonor Solis
Centro de Investigaciones en Ecosistemas

Publicado el 17 de noviembre del 2008
La Jornada Michoacán